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Isaac Asimov:
Un fabulador de las ciencias
Desde los tiempos de Francis Bacon, el quehacer científico se apegó a la
realidad empírica y a los nexos posibles y comprobables que se pueden
descubrir en ella.
El limpio estudio de datos, sus correlaciones y la formulación de alguna
norma o ley que los presiden y explican: la tarea principal y obsesiva del
honesto investigador.
Isaac Asimov (1920-1992) trastornó esta visión. Transitando entre el
riguroso estudio y la alegre fantasía abrió nuevas posibilidades al quehacer
científico más allá de las convenidas fronteras.
En paralelo a otras figuras animadas por estas aspiraciones -como Robert
A. Heinlein y Arthur Clarke3 Asimov sugirió múltiples combinaciones y
escenarios en el hacer de la astronomía, las matemáticas, la historia y la
química.
En reconocimiento a sus aportes, el asteroide 5020 y un cráter en Marte
llevan hoy su nombre.
Sus Memorias colman más de 700 páginas. Fueron escritas en la cama de
un hospital algunos meses antes de su muerte.
En ellas recuerda su tránsito desde Rusia donde nació en 1920 y su arribo a
USA cuando contaba apenas tres años.
Sus padres adhirieron en el nuevo país a las creencias y costumbres judías
alentando a sus hijos a adoptar valores que enriquecen la humana
condición.
Asimov adelanta en su autobiografía: