LECTURAS - Flipbook - Page 58
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Escribe en la Carta: = Cuando era niño me censurabas por ir poco al
templo…me embargaba entonces una sensación de culpabilidad …Pero ya
joven no podía comprender el estéril judaísmo que practicabas y tu
insistencia en seguir esta farsa…=
Las actitudes de K. cambiarán cuando toma contacto con un teatro que
escenificaba piezas en idisch.
Llegó a Praga desde Rusia y Polonia. Los dramas escritos por
Sholem Aleijem, Peretz y Bialik allí expuestos le emocionaron.
Al igual que Buber y Rosenzweig, el judaísmo de Europa oriental le suscitó
a K. hondas vivencias, incluso la decisión a tomar clases de hebreo con
vistas a emigrar a Palestina.
Pero jamás pudo superar sus tenaces inhibiciones…= Me siento como una
oveja perdida… estoy perdido y no tengo fuerzas para quejarme…= Y
constantemente se pregunta: …= ¿qué tengo en común con los judíos?
Apenas tengo nada en común conmigo mismo… Me oculto
silenciosamente en un rincón, contento de poder respirar…=
En sus dos últimos años, K. recupera el interés por la cultura judía merced
a su abnegada amiga Dora Dymant. Ella le enseña el hebreo (sobreviven
las lecciones), leen páginas bíblicas y gozan los relatos jasídicos reunidos
y publicados por Martin Buber.
K. falleció el 3 de junio de 1924; fue enterrado en el cementerio judío de
Praga.
Por la estrechez del camposanto llegarán a su tumba también los restos
de sus padres.
Distanciados en vida, ambos se reencuentran en el humano e inescapable
destino.
Ciertamente, un giro imprevisible apenas adivinado en la Carta.
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