LECTURAS - Flipbook - Page 57
56
Y en ella agrega la angustia y sus dudas en torno a su capacidad creativa.
El resultado: un desprecio 3 que es franco miedo 3 al sexo.
K. se delata en su Diario donde apunta los impulsos que le abruman
cuando transita por algunas calles de Praga. ….= Me paseo adrede … por
donde hay prostitutas. Me excitan… Imagino la posibilidad lejana pero
siempre posible de acostarme con una de ellas…Sólo deseo a las gordas y
viejas, de vestidos anticuados. Ningún hombre habría encontrado en ellas
algún atractivo, salvo yo…=
Y al final de sus días K. se pregunta… = ¿ qué has hecho con el don del sexo
? Lo has desperdiciado… eso es lo que finalmente dirán…=
Confíesa …= soy incapaz de vivir con la gente, de hablar con ella… sólo
pienso en mí.=
Apático, alelado, atemorizado…= No tengo nada para comunicar a nadie…=
Párrafos que encienden interés no sólo entre los amantes de la buena
literatura; también entre psiquiatras y psicoanalistas.
El autorretrato que esboza en la Carta tiene dilatada expresión en el
intercambio epistolar que K. festejó durante ocho años con Felice Bauer.
Ella nunca le ocultó su deseo construir un hogar y traer hijos al mundo.Pero
el pánico le abruma.
Al cabo Felice claudicará fatigada por sus deshilvanadas promesas.
Sus padres le llamaron Franz como homenaje personal al Emperador del
Imperio Austro-Húngaro; y circundado por un médico a la semana de su
nacimiento.
La hueca existencia en dos mundos irrita a K.