LECTURAS - Flipbook - Page 40
39
Distancia y reclusión
En la primera década del siglo XX- ya sola y distante- se acentúan los
signos depresivos de Camille. Apenas trabaja y en las noches recorre
harapienta las calles de Paris.
Y nadie le ofrece atención alguna.
En contraste, el embajador Claude transita en el mundo en nombre de
Francia.
Países como Japón, Brasil, Alemania y Estados Unidos le admiran al
tiempo que le obsequian notas para sus guiones teatrales.
Y cuando alguna vez visita Paris observa que la demencia de su hermana
es incurable.
El único sostén para Camille llega de su padre. Le apoya afectiva y
económicamente para disgusto de su esposa.
Pocas horas después de su fallecimiento en 1913, la madre exige internar
a Camille en un hospital psiquiátrico. Y allí será rehén treinta años hasta su
muerte en 1943.
Cruel actitud de una madre que no frena los afiebrados rezos a Dios.
Ciertamente, el hermano Paul podría haberla liberado con la ayuda de
múltiples y cercanas figuras públicas, o al menos exigir una atención
médica.
Pero como afiebrado católico coincide con su madre: los pecados de
Camille no son redimibles.