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La admirable jutzpe de Daniel Barenboim
En días pasados, una figura que combina el sensible arte con una sólida
convicción política festejó sus años.
Aludo a Daniel Barenboim (1942), pianista y director de orquesta que
desde su temprana llegada (1952) desde Argentina a Israel con sus padres
Aida y Enrique asimiló las más altas virtudes del judaísmo humanista y
secular.
Y a semejanza de no pocos que se adelantaron a sus tiempos, Daniel ha
merecido hasta aquí aplausos y censuras, premios e insultos, desde las
salas de conciertos hasta el parlamento israelí.
Dialéctica que al cabo y en justicia le honra.
Como pianista tempranamente formó parte de la orquesta de
la Gadna israelí, actividad que ejerció en paralelo a sus actuaciones en
Europa al lado de consagradas figuras y conjuntos musicales.
En los años cincuenta, considerando la sensibilidad de judíos e israelíes se
negó a actuar en Berlín; actitud que cambiará radicalmente después al
conocer la transformación democrática y humanista de Alemania.
En la víspera de la Guerra de los Seis Días, cuando no pocos temíamos el
temprano colapso y desaparición de Israel, Barenboim y su entonces
compañera Jacqueline du Pré no vacilaron en presentarse en Jerusalén
para animarnos con la quinta sinfonía de Beethoven.
Pocas horas después ambos contrajeron matrimonio con y en las luces del
Muro conquistado.
Jacqueline era entonces muy feliz con su conversión al judaísmo, elección
que jamás abandonará.