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Rousseau fue un pionero del intelectual que, si es genuino, no depende de
los ordenamientos de algún pontífice, monarca o político. Es celoso de su
autonomía, y su principal ambición es sugerir nuevos rumbos a la humana
especie.
Postura que se manifiesta en las múltiples páginas que Jean Jacques
escribió como colaborador de la celebrada Enciclopedia dirigida por Diderot
y D´ Alembert, textos que fueron impulso y fundamento de la Revolución
francesa.
Le preocupó además encontrar y sugerir nuevas pautas pedagógicas. Y
hoy no pocos programas educativos se sustentan en su Emile, que publicó
en 1792.
Contiene páginas que glorifican a la Naturaleza y al limpio aire alejado de
la urbe, amén de los beneficios que el ejercicio corporal concede a quienes
lo cultivan.
El hombre nace puro, virginal, sin antecedentes malignos o perversos; pero
el obligado ingreso a la vida social le conduce a competir sin escrúpulos, a
odiar y matar sin piedad, y así distorsiona y desintegra su original
semblante.
Ideas que amplía en El contrato social que vio la luz en 1762.
Le guiaba el propósito de salvaguardar los derechos del individuo respecto
a un Estado que pretende diluirlos para asegurar la ciega obediencia.
Enhebra planteamientos que pusieron en jaque al absolutismo monárquico
que se afanaba en erigir su legitimidad en alguna instancia divina.
Postura que acelera el brote de la Revolución francesa, magno episodio
que pondrá las bases de la democracia como sistema social opuesto a la
esclavitud y a la servidumbre.
